Educación, tecnología y efectividad

Por Patricio Rodríguez

Desde hace más 5 años, comenzó un debate sobre la efectividad de los programas que se aplican en educación. Estados Unidos incluso incorporó el tema de la evaluación en sus prolíticas publicas, al incorporar en el acta de 2001 "No Child Left Behind" el uso de "evidencia científica" para verificar la efectividad de los programas educativos, para orientar el financiamiento público programas que provean dichas pruebas. En la práctica, esto ha significado el desarrollo de estándares de evidencia rigurosa respecto a la efectividad, como por ejemplo Best Evidence Encyclopedia (BEE) y What Works Clearing House (WWC) y la aplicación sistemática de dichos estándares para la evaluación de programas específicos.

En paralelo, esta discusión también se ha instalado en el ámbito de las TICs en relación a la cuantiosa inversión realizada en dotar a las escuelas de computadores y conectividad a Internet. Ya es un clásico es el debate entre John Daniel y Robert Kozma en "The Economist" y ahora el tema surge nuevamente en mayo de 2010 en Educational Technology Debate" de InfoDev/UNESCO. Más aún, existen algunos indicios de que las TICs podrían estar relacionadas con el desempeño del aprendizaje, pero en su uso fuera y no dentro de la escuela, como podría esperarse, como lo revela un reciente estudio de la OCDE titulado "Are New Millennium Learners Making the Grade?". Por lo tanto el tema todavía está lejos de zanjarse.

Tampoco la tecnología educativa ha salido bien parada de evaluaciones basadas en evidencia rigurosa. Los resultados de estudios del uso de software para lectura y matemática en primero y cuarto básico en Estados Unidos, publicados en 2007 y 2009 arrojan que no existió un impacto significativo en el aprendizaje.

Pero lamentablemente el problema no se circunscribe solamente al software educativo. Otros dos estudios respecto a programas curriculares comerciales (con y sin uso de software) complementarios para lectura publicados en 2009 y 2010 tampoco pasan la prueba de la evidencia rigurosa, llegando incluso algunos a tener efectos negativos. Los reportes de programas evaluados por WWC respecto a Matemáticas en enseñanza básica, muestran níngún o discreto impacto en el aprendizaje.

¿Pero que conexión tiene todo eso con nuestro país? En Chile tenemos la Ley de Subvención Escolar Preferencial (SEP) que entrega una cantidad significativa de recursos para apoyar a las escuelas que trabajan con alumnos prioritarios (menor rendimiento y mayor vulnerabilidad). La ley faculta a estos establecimientos a contratar con la subvención servicios de apoyo de instituciones y personas que formen parte de un registro (Asistencia Técnica Educativa, ATE). Esto significa que se incentiva la producción de una oferta de servicios para las demandas educativas de las escuelas. Estos servicios pueden ser programas educativos como los que se discutieron anteriormente.

Naturalmente en un escenario de estancamiento de mejora educativa en las pruebas estandarizadas, un aumento de la brecha de los establecimientos más ricos con los más pobres y el éxodo de alumnos del sistema municipal es ¿cómo garantizamos que los programas educativos que se aplican en el marco de la Ley SEP son efectivos? Más aun, ¿cómo lo hacemos con todas las iniciativas que el propio Ministerio de Educación impulsa?

Lo que nos está mostrando la experiencia externa es que tenemos un gran vacío en ese tema. No podemos esperar mejoras en el sistema educativo si es que los instrumentos que disponemos para hacerlo (los programas) no están basados en envidencias de efectividad.

Por lo tanto, el desafío país es cómo desarrollamos un sistema que permita proveer de dicha evidencia, en educación y cómo lo operacionalizamos, extendiéndo ojalá su accionar al de las políticas públicas en general.

Como citar este artículo:

Rodríguez, P. (2010) Educación, tecnología y efectividad. Disponible en http://www.intelectivo.com/2010/06/educacion-tecnologia-y-efectividad.html .